viernes, 23 de diciembre de 2011

ELS CARBONERS DE LA SERRA DE TRAMUNTANA.


Cuando subes a la Serra de Tramuntana puedes observar prácticamente en todos los encinares, pero principalmente al lado de los caminos más transitados (camí del Bosc de Masanella, camí des Correu, camí de Sa Fita del Ram, por poner algunos ejemplos), antiguos "rotles de sitjas" i barracas de carboneros que dan testimonio de una actividad persistente a lo largo de los siglos y que constituyó uno de los principales recursos de subsistencia para una parte muy importante de los habitantes de los pueblos de la Serra.

La producción de carbón vegetal como fuente de energía básica en Mallorca es antiquísima y llega hasta la década de los 60 del siglo XX.

Así se fabrica el carbón vegetal, haciendo arder la madera en atmósfera enrarecida en oxígeno, para que produzca la menor cantidad de llama, pues  si arde con fuerza la leña, se convierte en ceniza. Todo ello requiere una constante vigilancia por el carbonero, que día y noche vigila que la combustión sea la adecuada reparando y adecuando los orificios que se van produciendo en la "Sitja".En su barraca permanece el carbonero los 11 días que aproximadamente dura la combustión, hasta que puede recoger el carbón.

                                                               (1ª PARTE)
                                                                       
                                                                      (2ª  PARTE)


Las barracas y los hornos de carbonero son dos tipologías de primitivas y sencillas construcciones cuyos restos, como hemos dicho, los podemos encontrar por toda la Serra.

La barraca de carbonero es una rudimentaria construcción con la que el carbonero se protegía mientras realizada su actividad, que tenía lugar principalmente en primavera y verano para eludir la época de las lluvias que, como es lógico, arruinaría todo su trabajo. Su construcción casi siempre era redonda, levantada con piedras de  pared seca de doble cara de aproximadamente un metro de altura con una sola abertura o portal de acceso y cubierta con palos recubiertos de ramas y matas.

En esta barraca, que se construía a escasos metros de la "Sitja", el carbonero permanecía en la montaña todo el tiempo necesario que duraba la fabricación del carbón. Dada la simplicidad de la barraca, solamente contaba con un camastro hecho de ramas donde dormía. Una red colgada en su parte central donde tenía los alimentos a salvo de las alimañas del bosque, era todo lo que necesitaba. La "Sitja" no era más que un circulo de tierra rodeado de piedras donde se quemaba, durante un tiempo que oscilaba entre 8 a 15 días, la leña de alcina, almendro, olivo y hasta de las higueras de donde se obtenía el carbón.

Cerca de la barraca y de la "Sitja", el carbonero solía construir también con la técnica de la piedra en seco, un horno donde se fabricaba su propio pan durante los días que debía permanecer en aquél lugar, lugar que no abandonaba hasta ser extraído el carbón.

Esta técnica que nuestros antepasados dominaban a al perfección, la llevaron también a ultramar principalmente cuando algunos mallorquines emigraron a finales del siglo XIX y principios del XX, a países como Argentina, Cuba, Chile...

Leemos en el Libro "L'emigració a ultramar 1830-1960, de Joan Buades: "Marché a la Argentina el 15 de febrero de 1928 a los 16 años, llamado por mi tío Bartolomé Massanet "Reiet". Conmigo vino también otro tío mío, Miguel Cabanelles, Damián LLabrés, Sebastián "Met d'Ullaró" y su mujer, Magdalena "Moger" de "Son Pacs". Fuimos a trabajar a un rancho que explotaba uno de Mancor, en Grau Martorell, cerca de la estación de San José, provincia de Córdoba. La explotación estaba cerca de la estación desde donde se cargaban los trenes de carbón y bueyes. En sus alrededores había un pueblecito. El rancho estaba en una región selvática donde hacía todo el año mucho calor de día y frío en la noche. Los leñadores eran indígenas del país y se dedicaban a cortar las ramas en trozo de un metro que iban colocando en una "Sitja" de grandes dimensiones (venían a ser diez veces más grandes que las de Mallorca), que luego tapaban con una planta llamada "jarilla".

La "Sitja" quemaba más de 15 días y luego se escogía el carbón. El crudo se ponía aparte y servía para preparar una nueva "Sitja". El otro se cargaba en carros y se llevaba a al estación de San José desde donde se distribuía por las provincias y la capital. El rancho donde obteníamos la madera se mantenía unos dos o tres años hasta que se acababa la materia prima. Luego partíamos hasta otra explotación. En este rancho trabajé con otros seis o siete campaneteres y sólo nos encargábamos de construir las "Sitjas" y de hacerlas funcionar. Lo hacíamos durante todos los días de la semana, incluso las noches vigilábamos su funcionamiento, no conocíamos ni domingos ni días de fiesta. Dormíamos en un campamento de casas hechas de chapas de aluminio y bolsas de tela, en cuyo interior había camas de aluminio y colchones. No existía ningún tipo de diversión, solamente conocíamos el trabajo.

Vivíamos bien, estábamos bien alimentados, no nos faltaba buey, cabrito, café y bebidas. Matábamos un buey y lo colgábamos de un hierro donde se mantenía perfectamente durante unos ocho días. En el año 1928 ganábamos cien números (250 pesetas) mensuales y lo podía ahorrar porque no teníamos gastos e íbamos mantenidos y con ropa limpia. Los indígenas que cortaban la leña, en cambio, tenían que pagar los comestibles que nosotros nos encargábamos de suministrarles..."

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