jueves, 7 de julio de 2011

EL VIDRIO MALLORQUÍN.




Por lo que hemos podido consultar, el trabajo del vidrio en Mallorca fue introducido durante las dominaciones griega y cartaginesa. Es Mallorca pues una isla con fuerte tradición en la fabricación del vidrio. La primera “edad de oro” del vidrio mallorquín aparece en tiempos de los romanos que fue cuando los artesanos mallorquines aprendieron su técnica.

 Después, la isla vivió unos siglos de letargo hasta la conquista de Mallorca por Jaime I. El primer horno documentado data de 1327 y fue instalado en el término de Calvià por los hermanos Bernardo y Guillermo Roig. De la Edad Media existen muchos hallazgos de objetos de vidrio que fueron fabricados aquí, tanto domésticos como de lujo, que citan a menudo los inventarios de las herencias de personajes de la nobleza mallorquina demostrando la fuerte actividad vidriera que existía en la isla. Corrobora también este hecho que ya, en el siglo XV, se conociera a una calle de Palma con el nombre de “Forn des vidre”, actualmente denominada de Sa Vidriería.
Pero es en el siglo XVI cuando se produce el apogeo de esa industria en la isla. Muchos vidrieros isleños importaron desde Venecia la técnica de sus artesanos y algunos de ellos procedentes de Murano vinieron a la isla para establecerse aquí, pese a las duras prohibiciones que en su país existían de difundir el secreto del vidrio. La imitación de la técnica veneciana por los isleños fue perfecta.

Los vidrieros mallorquines en el siglo XVII fabricaban vitrales de colores y toda clase de objetos como botellas, jarros, copas y fuentes con decoraciones de cordones e hilos incrustados que a veces superaban incluso a sus competidores venecianos.

Sin embargo, en el siglo XVIII decayó de nuevo la industria vidriera si lo comparamos con el esplendor de los dos anteriores.

En 1719 surgió la empresa “Vidrierías Gordiola”, fundada por un catalán, comerciante de vidrios apellidado Gordiola, el cual, junto con el aragonés Blas Rigal, instalaron un horno en Palma en el año citado. Su hijo Bernardo Gordiola Cànaves continuó su labor artesanal estudiando en Venecia y Praga publicando en 1790 el catálogo “Elenco de las arañas y lucernas que hace maestro Gordiola en su horno para alumbrar los palacios de los reyes de la Europa y otras mansiones principales de los grandes señores de la tierra”.
 Le sucedió su hijo Antonio Gordiola Fortuny (1775-1840) y después su sobrino Gabriel Gordiola Carreres, el cual inició un proceso de innovación y experimentación en la vidriería abandonando la influencia de otras culturas vidrieras. Su hijo Gabriel Gordiola Balaguer construyó en 1870 la fábrica “Sa Cristalera”, en la calle Industria de Palma, pasando después la cristalería a manos de los hermanos LLofríu. Sin embargo, la saga artesana de los Gordiola continuó con Bernardo Gordiola Manera, aunque a principios del siglo XIX la vidriería artesana dejó paso a la industrial. Los hornos elaboraban básicamente vidrio de uso doméstico, sobretodo “barrals” mallorquines que se enfundaban en un trenzado de mimbre, esparto o caña, provisto de dos asas y que servían para la exportación de aguardientes y aceite. Ese vidrio, de clase común muy irregular y quebradizo, se fabricaba a base de sílice procedente de la zona de Banyalbufar y sosa que se importaba especialmente de Canarias.

Así transcurrió el siglo XIX con el afán de los vidrieros de aumentar la producción en detrimento de la calidad del vidrio, como lo prueban las escrituras de sociedades vidrieras que se constituyeron en ese periodo : “La Vidriera Balear”, “La Vidriera S.A.”, “Mayol y Compañía”, “Granpera y Mayor”, “Alemany y Compañía”…etc.

En la actualidad existen varios hornos artesanales en pleno funcionamiento y continúa la saga Gordiola fabricando artículos artesanales con la empresa “Vidrios Gordiola, S.L.” a cargo de Daniel Aldeguer Gordiola.






Las piezas conseguidas con el soplado son únicas porque ninguna es idéntica a la otra y también porque toda burbuja, irregularidad o asimetría, son características de esa técnica artesanal que las hacen ser muy apreciadas por su particular encanto.


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