El pasado jueves,
6 de octubre de 2011, iniciamos nuestra temporada de excursiones y
actividades culturales con una visita al Centro Oceanográfico de Baleares y al
faro/museo de Portopí.
EL COB.
El Centro Oceanográfico de Baleares se halla situado al
final del paseo marítimo, en el Muelle de Poniente, junto al Club de Mar. El
edificio, de dos alturas, fue inaugurado en 1973 y está declarado BIC.
Allí nos ha recibido Ana Morillas Kieffer, bióloga del
Centro y colaboradora I+D+I, quien nos ha atendido de maravillas y nos ha
explicado con todo tipo de detalles las labores que realiza el COB.
Nada más entrar en el edificio, te sorprende su enorme
hall, que tiene en el centro una gran fuente con un estanque, junto al cual se
hallan expuestos diversos equipos científicos-técnicos, 5 de ellos de nueva generación, que usa el Centro constantemente en las campañas de investigaciones oceanográficas. Llama también mucho la atención, la exposición-museo que se halla a la derecha entrando y la biblioteca centenaria que contiene libros de incalculable valor histórico. Alrededor del hall, existen unos paneles informativos de los
múltiples trabajos que ha realizado ese Centro desde 1906, cuando se creó.
Es de destacar, un enorme tríptico que ha sido
pintado por el investigador del Centro
Xavier Jansá Clar, que reproduce, con todo detalle, el fondo marino de
las Baleares con sus distintas especies, su biodiversidad… Una verdadera obra
de arte.
Ana Morillas nos ha enseñado un interesante video (el
que sigue a continuación que hemos copiado de la Web del Centro, a la que
recomendamos visitar por lo interesante de su contenido: www.ba.ieo.es ), que cuenta las
labores de las casi 70 personas que trabajan allí, entre investigadores,
técnicos, administrativos, estudiantes y becarios, cuya principal misión es el
estudio multi-disciplinar del medio ambiente marino, sus ecosistemas y recursos
vivos.
Después de casi hora y media de estar escuchando a Ana y
de contestarnos a las preguntas sobre diversos puntos concretos que iban
surgiendo y aclarándonos las dudas que algunos
teníamos con exquisita amabilidad y profesionalidad, nos hemos despedido de ella para acudir al Faro de
Portopí, donde también teníamos
organizada una visita guiada.
Ha sido un placer esta visita por lo interesante y amena
que ha sido. Comentábamos con Ana que la mayoría de palmesanos no conocen, por
regla general, los múltiples trabajos de investigación que realiza el COB. Y es
una verdadera lástima.
Después de la visita, la curiosidad que siempre nos
invade nos ha hecho indagar un poco sobre la historia de ese Centro.
El laboratorio Biológico-Marino de Baleares se creó en
1906, por Decreto del Ministerio de Instrucción Pública y se inauguró el 2 de
mayo de 1908. Su primera sede se situó en la ensenada de Portopí, en la bahía
de Palma, y su fundador y primer
director fue el profesor y catedrático de zoología de la Universidad de
Barcelona Odón de Buey y del Cos (1908-1914).
La sede, desde un principio, estaba dotada de un moderno equipamiento de
laboratorio y fotografía, acuarios y una biblioteca que recibía las principales
revistas especializadas de la época.
También disponía de dos embarcaciones, una de vela, el “Lacaze-Duthiers” y otra
motorizada “El Bolívar”. Ambas embarcaciones
estaban dotadas de instrumentos especiales para recogida de muestras. Con ellos
se realizaron las primeras campañas de investigación en las aguas litorales de
las Islas Baleares.
Durante las primeras décadas del siglo XX, varios
científicos de prestigio realizaron estancias en nuestra isla trabajando en el
laboratorio en la investigación marina, aportando sus conocimientos y dejando una muy importante
experiencia. Un ejemplo es Santiago Ramón y Cajal que trabajó en el mismo en
1910.
En 1914, junto con los laboratorios de Santander y
Málaga, el laboratorio marino pasó a formar parte del Instituto Español de
Oceanografía (IEO).
En 1926 la sede, siendo su director Francisco de Paula navarro,
se trasladó a S’Aigo Dolça. A partir de entonces se iniciaron tres líneas de
investigación que son las que perduran aún hasta la fecha pero ampliadas en su
cometido: El estudio de biología de las principales especies explotadas con
valor comercial; el estudio de oceanografía física en la bahía de Palma y la
catalogación y estudios cuantitativos de las comunidades planctónicas de la
bahía de Palma. Estas investigaciones se llevaron a cabo en el litoral balear
entre los años 40 y 70, a través de los
llaüts “Gavina” y “Gavina II”, de 10 metros de eslora cada uno.
En 1973, las instalaciones del Laboratorio se
trasladaron al edificio actual y es en esta época cuando se abre un periodo de
estrecha colaboración con el sector pesquero de las Islas proporcionando
información científica muy relevante para su desarrollo, como la bionomía de
los fondos y prospección de caladeros abriéndose nuevas vías de investigación,
a través de la sedimentología y la
micropaleontología. Durante ese periodo,
el Laboratorio dispuso del barco oceanográfico “Jafuda Cresques”, de 19 metros
de eslora y “El Pescador”, de 24 metros, el cual pasó a denominarse en 1979
“Odón de Buen”. La flota del Centro se compone también de pequeños barcos de
apoyo, equipados con modernos sistemas para la investigación marina, que
permiten la toma de muestras y datos del mar. Si los estudios lo precisan, los
grupos de investigación tienen acceso a otros buques de mayor porte del
Instituto Español de Oceanografía, como el B.O. Francisco de Paula Navarro, el
Cornide de Saavedra ,el Sarmiento de
Gamboa y el Ramón Margalef, este último de 46 metros de eslora, entre otros,
que son una herramienta esencial para el desarrollo de una investigación de
excelencia en ciencia y tecnología marinas.
Durante la década de los 80, el laboratorio, al igual
que los otros laboratorios costeros del
Instituto Español de Oceanografía (Organismo público de investigación que
depende del Ministerio de Ciencia e Innovación y cuya labor está dirigida
exclusivamente a la investigación marina), pasó a denominarse “Centro
Oceanográfico”, participando en la importante revitalización que sufrió el IEO
en esta época.
Una de las investigaciones que está realizando
actualmente el COB, es la exploración del canal que separa las isla de Mallorca
y Menorca con el fin de complementar y estudiar la información obtenida en
campañas anteriores sobre su biodiversidad, ya que el canal de Menorca es una de las diez candidatas españolas a
convertirse en nuevas Áreas Marinas Protegidas de la Red Natura 2000.
LA TORRE DE PELAIRES.
Para dirigirnos al faro de Portopí desde el Centro Oceanográfico de Baleares, teníamos
que pasar por delante de la Torre de Pelaires (Paraires), fiel testigo de nuestra historia, a la que todos conocemos
desde niños y que hemos ido viendo con cierta preocupación durante el
transcurso de los años, como poco a poco la modernidad la iba encorsetando cada
vez más entre el Paseo marítimo y nuevas edificaciones. Pero ahí continúa, sola
y desafiante a todos los riesgos, para que los palmesanos podamos recordar cuál
fue su cometido en una época en la que el muelle de Portopí, fue uno de los más importantes de esta zona
del Mediterráneo.
Nos cuentan las crónicas de la historia, que la voluntad
de dar una mayor seguridad a la navegación marítima amiga que se acercaba a
nuestras costas, propició que se construyeran en tiempos medievales (por lo
visto no se sabe exactamente el origen de su construcción) varias torres para
orientar, ayudar y al mismo tiempo defender a los barcos que arribaban al
puerto más importante de Mallorca, Portopí. Las Torres que aún quedan, la de Pelaires y la
de Señales (o de la cadena), eran las que se encontraban justo en la bocana a
ambos lado del puerto.
La Torre de Pelaires, denominada también “Sarrahinesca” y
Torre “D’en Carroc” (nombre de un caballero que acompañó al Rey Jaime I en la
conquista de Mallorca y al que luego perteneció la torre) es gemela de la
torre de “Senyals” que hay en la otra parte de la entrada a Portopí.
Las piedras de sus robustos muros, pulidas y desgastadas, nos indican que en la antigüedad las mismas
debían estar expuestas a las caricias de las olas. Las imágenes que hemos cogido
prestadas del blog “Fotos antiguas de
Mallorca” de nuestro buen amigo Lorenzo Miró, corroboran lo dicho.
En documentos hallados que datan de 1380, se menciona
que una gran cadena de madera, que tenía adosados unos pesos para que cuando se
aflojase se sumergiera para que pudieran pasar los barcos por encima de ella y
que estaba sujeta a la Torre de Pelaires
y a la de Senyals, cerraba de noche el antiguo puerto de Palma a
fin de que no pudiera entrar ni salir ningún barco. De ahí que también se conociera popularmente a la
Torre de Portopí con el nombre de la
“Torre de sa cadena”. Un “Privilegio” de esa fecha señala también que la cadena
se debía conservar en buen estado a expensas del patrimonio real.
Durante los siglos posteriores, se sabe que las torres
tuvieron que ser restauradas en varias ocasiones en los siglos XIV, XV, XVI y
posteriores (incluso se creó un impuesto
el “molatge” con el único objeto de sufragar el sostenimiento del muelle y las torres).
La Torre de Pelaires está protegida como monumento nacional
desde 1876.
Pero como hoy íbamos a visitar a su hermana gemela, no
hemos hecho nada más que pasar por delante de ella, eso sí, mirándola más
detenidamente de lo que habitualmente hacemos, pensando en la importancia que
han tenido estas dos torres en nuestra historia.
LA TORRE DE “SENYALS”, O DE PORTOPÍ Y FARO.
Y como meta a nuestra ruta cultural del día de hoy,
hemos terminado visitando la Torre de Senyals, o Faro de Portopí, como también
se la denomina.
Nos estaba esperando Javier Pérez de Arévalo, experto
farero (o torrero como antiguamente se les llamaba) y encargado del mismo, que
nos ha encandilado explicándonos, no sólo la historia del faro de Portopí, sino
de la evolución que han ido teniendo los faros a lo largo de los siglos. Cómo
vivían en la antigüedad los fareros y sus familias. Los enormes problemas de
supervivencia que tenían.
Los problemas de convivencia con las otras familias
que residían en los faros… Y lo ha hecho dándonos a conocer las piezas de
incalculable valor histórico que se hallan depositadas en el museo del propio
faro (primer museo de la nación en esta especialidad, que contiene piezas
únicas por su antigüedad, dignas de perdurar en el futuro en razón de los
valiosos servicios prestados al navegante). ¡Fantástico!.
Por lo visto, el nombre de la torre de “Senyals”, le
viene de los diferentes sistemas que se han instalado a lo largo de los siglos
para avisar a la ciudad de la llegada de los barcos.
En cuanto al faro, las primeras
noticias que se conocen referente al funcionamiento de esa luz costera, datan
del 1300 (codicilo del testamento del Rey Jaime II, donde el monarca encomienda
a sus sucesores el mantenimiento y conservación de la Turris Faraone). Esta
luz, estaba situada en una pequeña torre blanca cilíndrica emplazada en la zona
donde trescientos años después se edificaría el Castillo de San Carlos.
Precisamente la instalación de esta base militar en las cercanías del faro, devendría rápidamente en una fuente de problemas para el mantenimiento de la luz, puesto que con las detonaciones producidas al disparar los cañones del castillo se rompían los cristales de la linterna y como consecuencia se apagaban las lamparillas que constituían la luz del faro.
Por todo esto se decidió trasladar esa luz a otro lugar, considerando como el más adecuado la cercana Torre de Señales, denominada así porque ya en aquel tiempo se colgaban de los mástiles horizontales, o botalones, unas bolas de madera alquitranadas con las que indicar la llegada y procedencia (levante o poniente) de los buques que buscaban el refugio del puerto. Más adelante se instalaron unas pantallas de tela y desde 1820 se emplea un código de banderas que reformado en 1869… sigue estando vigente.
En realidad se sabe,
gracias al cuadro Sant Jordi de Pere Niçart conservado en el Museo Diocesano de
Palma, que la Torre de Señales hacía honor a su nombre ya en el siglo XV.
y eliminados sus
temores. Desde ese momento esta torre cobró una doble funcionalidad, convirtiéndose
también en un faro: el de Portopí.
Los faros, funcionaron en un principio con carbón y
leña. Luego se introdujo el aceite de oliva (curiosa la explicación que nos ha
dado Javier sobre la vida de los fareros en esa época). En Agosto de 1859 se
incorporó la parafina de Escocia como fuente de energía. Después, a partir de
1901, el petróleo. Posteriormente el gasógeno (cuyas calderas se fabricaban en
Palma y se llegaron a exportar para emplearlas en todos los faros de la
península) y posteriormente la energía eléctrica. Muy curioso el sistema de
mercurio para hacer rodar las enormes ópticas con sus contrapesos y también el
sistema de energía solar que ya se empleó en la antigüedad y en cuyo museo se
conserva una pieza única en el mundo.
En la actualidad, el faro de Portopí es, tras
la Torre de Hércules y La Linterna de Génova, el tercero más antiguo del
mundo de los que hoy permanecen en funcionamiento. También es el único de
España en que la óptica está formada por superficies catóptricas metálicas
reflectoras al antiguo uso, que giran en dos grupos alrededor de una lámpara
eléctrica de 1.000 W.
El museo que alberga la antigua
vivienda del farero de Portopí, se creó
en la década de los ochenta cuando en vista de la importante transformación
sufrida por la señalización marítima de las Islas Baleares, y previendo unos
cambios todavía más significativos a corto plazo, el entonces Director del
Puerto de Palma Rafael Soler Gayá (cuántos relojes de Sol, creados por él, tenemos en nuestra ciudad, verdaderas obras
de arte, que apenas son conocidos y menos apreciados por los ciudadanos), tomó
la iniciativa de rescatar y conservar todas aquellas piezas que habían sido
retiradas del servicio de alumbrado de las costas.
Con la creación en 1992 del Ente Público
Puertos del Estado y las Autoridades Portuarias a él adscritas, se generó un
nuevo impulso con fines principalmente socioculturales, de cara a la reutilización
en los faros de las antiguas viviendas de los técnicos.
Este propósito quedó recogido en la
posterior Ley 48 / 2003 de régimen económico y de prestación de servicios de
los puertos de interés general.
Es por ello que en el año 1998, y
tras la jubilación del técnico encargado del faro de Portopí, se procedió a
incorporar para la entonces incipiente exposición el espacio que había
conformado la vivienda de dicho técnico, pudiéndose ampliar así el material expuesto.
Interesantísima jornada.
Ante
esa maldita crisis que los jubilados padecemos como el que más, y más, ante la
indignación, rabia y repugnancia que nos produce observar que por unos
irresponsables y por otros aprovechados se está poniendo en peligro todo el
estado de bienestar que hemos contribuido a crear con el trabajo, esfuerzo y
no pocos sacrificios de toda una vida, solo nos queda protestar. Protestar por
lo injusta de la actual situación social, expresando nuestra total disconformidad
con lo que está sucediendo… y también caminar, ver y observar. Poco más podemos hacer. Pero lo que
podamos hacer lo haremos.
Confiando
que los descerebrados que nos han llevado a esta crisis sean los que nos saquen
de ella, y no, encima, los ciudadanos que la estamos padeciendo, ¡HASTA LA
PRÓXIMA!, (si los que pueden, se dignan permitírnoslo).
Buena excursión y fotos. Casí como que a la próxima me apunto jejeje
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