
Por este motivo y por la diversa orografía que presenta la Isla, podemos diferenciar los espacios agrarios de Mallorca en regadíos (llanuras) y secanos (planicies, lomas y montaña).
Regadíos: Con gran cantidad de pozos para extraer el agua subterránea en grandes extensiones de forrajes donde abundaban los cítricos, frutales, hortalizas, patatas, tomates, cebollas, melón, lechuga y col, entre otros.
Lomas: Terrenos semimontañosos cuyo cultivo preferencial es el almendro y algo de olivar, con presencia de ganado ovino y bovino por su rico contenido en matorral.
Montaña: Ideal para el pastoreo (Serra de Tramuntana); espacios forestales de pinares y matorral con marjales de olivos de subsistencia y aprovechamientos de ganadería especialmente caprina.
En secano el cultivo más extendido es el almendro, destacando también la higuera, algarrobos y en menor medida el albaricoquero. Entre otros cultivos forrajeros, los cereales de invierno predominan sobre el sorgo y el ballico. En cereales, la cebada es el más extendido, mientras que entre los otros leñosos el cultivo dominante es el algarrobo, como hemos dicho, habiendo una pequeña superficie de alcaparra.
En regadío, la mayor superficie se destina a hortalizas. En cítricos, el naranjo es el dominante siguiéndole el limonero y en tubérculos las patatas, temprana y tardía.
El paisaje forestal arbolado de Mallorca es típicamente mediterráneo, predominando los pinares entremezclados en muchos casos con sabinas, encinas y olivos. La media y alta montaña está ocupada por zonas de forestal desarbolado con matorrales de garriga, madroños, palmitos, etc.
La agricultura, con el cultivo emblemático del almendro, llegó a constituir una fuente de riqueza gracias a su exportación, como ya se ha dicho.
Las restantes producciones de cereales, albaricoques en seco, aceite y ganadería y sus derivados, conformaban la restante actividad agroalimentaria.
Un detalle a destacar son los tipos de molinos que existían. Los había de los llamados de VIENTO, para moler cereales y para extraer agua. De AGUA, con los que se molían también cereales y pimientos principalmente. Ese tipo de molino, denominado de AGUA, podía ser de dos clases, aunque todos están ubicados en pueblos de montaña junto a algún manantial. Unos, se aprovechaban del mismo manantial para conducir el agua directamente por encima de un alto muro desde el cual se precipitaba sobre las turbinas del molino y otros, llamados de estanque o aujub, donde se almacenaba el agua para después abrir una compuerta para que cayera con fuerza hacia la rueda poniéndola en movimiento.
Después estaban los llamados molinos de BESTIÀ, o de SANGRE (molinos rotatorios que se accionaban por la tracción de un asno o mulo), utilizándose generalmente para labores domésticas por la lentitud de la molienda, aunque por su fuerza, podían moler desde cereales hasta yeso, corteza de encina y de pino y también se utilizaban para el prensado de aceite.
Hasta mediados del siglo XIX los molinos de viento fueron los más usados, sobre todo en el llano, ya que en la parte montañosa de la isla servían más los molinos de agua. Los molinos de viento se instalaban, por regla general, encima de una pequeña caseta para ofrecer al viento más facilidad y constaban de seis aspas cuyas velas se desplegaban cuando soplaba fuerte el viento y se plegaban cuando el molino dejaba de trabajar.
Después había otros de ocho aspas que eran triangulares con dos palas, que tenían como misión la de partir el viento. Esos molinos trabajaban todo el año, día y noche, consiguiendo por media de 4 a 6 cuarteras diarias de cereal molido. A mediados del siglo XIX se inventa el molino de vapor, que tenía montado todo su mecanismo sobre columnas de hierro fundido, pudiendo quemar carbón, leña, hulla, turba, etc. Ese tipo de molino se denominaba de FUEGO y se diferenciaba de los demás (de viento, de agua o de sangre) por su fuerza, que era capaz de mover, a la vez, de dos a cuatro piedras moledoras.La mayoría de molinos se empleaban para la fabricación de harinas. La explotación de ese ramo de industria tuvo gran auge en la isla en el siglo XIX, aunque también se comercializó con cereales, legumbres, mieles, aceites, etc.
La miel y cera que se producía en Sóller, tenía fama de excelente y se la denominaba “mel de flor de taronger”, en atención a que las abejas del valle de Sóller la sacaban preferentemente de la flor del naranjo.
Esa y la de romero (que se caracterizaban por ser de color blanquecino en lugar del amarillento característico de las mieles de otras flores), era la miel más apreciada. Pero tanto la miel como la cera no bastaban para el consumo interno, teniéndose que importar, sobre todo la cera, en grandes cantidades desde Valencia.
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