viernes, 7 de octubre de 2016

EL HONDERO BALEAR.




La honda era una trenza de diversos tamaños que servía para impulsar piedras y objetos pesados con mucha fuerza, que se fabricada de fibras vegetales como la pita y el esparto y también con nervios, crin e intestinos de animales.

Su forma era muy simple: Una trenza con una anilla que se engarza en los dedos índice o corazón y que en el centro de la misma tiene una bolsa que separa en dos la trenza que es donde se coloca el proyectil. El final de la trenza tiene una “rabiza” que se va estrechando hasta llegar al extremo y que sirve para dar estabilidad y precisión en el tiro.

Las piedras que se utilizaban eran del tamaño de un puño y salían con tanta fuerza que eran capaces de traspasar la madera como veremos más adelante y por supuesto de matar a cualquier ser vivo. Posteriormente, además de las piedras, se utilizaron también como proyectiles bolas de bronce y plomo y bolas de terracota calentadas para que sirvieran de proyectiles incendiarios. Proyectiles que un hondero experto podía lanzar a más de 100 metros de distancia.
El invento de la honda se remonta a principios del Paleolítico cuando el ser humano aprendió a trenzar y tejer. Se piensa que debió llegar a Mallorca desde la raíz fenicia, la romana o la griega, aunque no se sabe con exactitud.
Dice Joan Nadal que fueron los fugitivos de la guerra de Troya (1114-1104 a.C.) los que llegaron hasta las “Gimnesias” (denominación griega de las Baleares que significa “islas de los honderos”) cubiertos de pieles, sin vestidos, descalzos y armados con tres hondas de distinto tamaño para establecerse aquí. 


Estos soldados del cuerpo de infantería (los Gimnetas) iban en primera línea de las tropas, como ahora veremos, sin armamento y sin protección alguna.


Según la leyenda, y dado que el manejo experto de la honda suponía una gran ventaja para los pobladores,  los padres iniciaban a sus hijos muy temprano en su uso. Las madres colocaban la comida en la rama de un árbol y el retoño si quería comer, debía derribarla de una certera pedrada. Hacían esto porque sabían que si eran capaces de manejar con certero tino la honda, podrían defenderse de sus enemigos y sobrevivir cazando. Más adelante, cuando el retoño iba creciendo, se les hacía pruebas de puntería con la honda para que fueran admitidos en los poblados como guerreros.
Tal fue la pericia que obtuvieron los honderos de Baleares que comenzaron a ser conocidos por su habilidad y destreza en todo el Mediterráneo.


 Los extranjeros que osaban acercarse a las costas de las islas solían ser recibidos con una lluvia de piedras obligándoles a virar sus naves hacia alta mar. Fueron los púnicos aproximadamente en los años 654 a.C. cuando bautizaron a las Islas con el nombre de Baleares, que significa la isla de los honderos.
 

El intercambio de objetos comerciales se hicieron durante muchos años en los islotes cercanos por miedo a los honderos y con sumo respeto cuando éstos se avenían a negociar.
Pero esos hombres que usaban la honda con tal destreza fueron convencidos para actuar como mercenarios en las guerras. Normalmente cobraban en especies (vino, aceite, mujeres) y se fueron a combatir (voluntarios pagados, como hemos dicho) a favor de los fenicios y en las guerras púnicas a favor de los cartagineses. 


Los honderos luchaban en primera línea junto con los arqueros, siendo los encargados de romper las líneas enemigas. Se ponían separados unos 3 metros para poder manejar la honda sin entorpecerse y sus proyectiles causaban estragos en las líneas enemigas  porque no había armadura ni escudo capaz de soportar impactos tan fuertes.


Una vez rotas las líneas enemigas dejaban paso a la infantería que iniciaba la carga mientras ellos se protegían con un escudo de piel de cabra y una jabalina.

Cada guerrero llevaba sobre su cuerpo tres hondas, una enrollada en su muñeca a modo de brazalete para distancias cortas, otra enrollada en la cabeza para lanzamientos de media distancia y otra en la cintura para distancias más largas y potentes.


Su destreza, unida a su coraje y valentía,  era admirada por todo el Mediterráneo, como hemos dicho. Tal es así, que cuando Cecicilio Metelo intentó conquistar las islas Baleares, los honderos hundieron varias naves haciendo blanco en la zona de flotación, teniendo que retroceder los romanos siendo derrotados. Sin embargo dos años más tarde volvieron de nuevo a intentar la conquista esta vez con las naves forradas con pieles para amortizar las pedradas de los honderos y logrando su objetivo.


Era el año 123 a.C. Los honderos mallorquines pasaron a formar parte de las tropas romanas combatiendo  junto a Julio César en su conquista de la Galia siendo esta campaña la última, que se sepa, en la que combatieron los honderos de Baleares.

Sus gestas inspiraron a poetas como Costa i LLobera:
“Dins el natural ciclkòpic ja s’era encastillada
aquella gent, y desde sa altura defensava
arreu, arreu brunzien les pedres dels foners
Damunt les alteroses onades d’estrangers
fent ones se movien arreu armes, senyeres
cavalls, carros i força de máquines guerreres
ostentació superba d’un gran poder temut”.
Actualmente existe la “Federació Balear de Tir de Fona” que se dedica a la enseñanza y promoción del tiro con honda organizando campeonatos y certámenes dedicados a este deporte milenario y que cada vez cuenta con más practicantes.








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