miércoles, 6 de agosto de 2014

EL PLAGIO DE “MY SWET LORD” DE GEORGE HARRISON.


George Harrison nació en Liverpool en 1943 y falleció en Los Angeles en 2001. 


El tercer Beatle, como muchos le llamaban, vivió siempre eclipsado como compositor (salvo en “Something”) por las arrolladoras personalidades de John Lennon y Paul McCartney y, según hemos leído, pese a ser sin duda el que tenía mejor formación musical.  

Sabemos que su caracter  siempre fue tímido y retraído, lo que le llevaba a sentirse incómodo con la popularidad.

Cuando los Beatles se separaron, George Harrison se lanzó a componer en solitario como queriendo desprenderse del “yugo” que siempre sintió con John y Paul para, de esta forma,  poder dar rienda suelta a la creatividad que llevaba dentro. Se le notaba que quería escapar del pasado de los Beatles por no querer tocar en sus actuaciones temas del grupo, decantándose siempre por hacer música electrónica y experimental sobre todo. 

Sin embargo, esta negativa no fue óbice para que el éxito le acompañase siempre, tanto en sus actuaciones en solitario como en sus participaciones con el supergrupo “Travelling Wilburys” junto con músicos de la talla de Roy Orbison, Bob Dylan y Tom Petty, entre otros. 

Su carrera como productor cinematográfico en películas como “La vida de Brian” demostraron que también él llevaba un genio dentro.

Incluso cuando su mujer Pattie Boyd le dejó por Eric Clapton -lo que le llevó a una profunda depresión-, continuó dando lo mejor de sí mismo con discos inolvidables.
Pero mira por donde que su primer single en solitario “My sweet Lord”, que lanzó con su primer álbum triple de la historia “All Things Must Pass” y que fue un exitazo en todo el mundo, con cuyo tema  llegó a organizar el primer macroconcierto benéfico (que después sería imitado por doquier) como fue el concierto de Bangladesh, le iba a llevar por el camino de la amargura porque por lo visto plagió la canción…¿que George Harrison se había adjudicado una canción de otro autor?... Nadie se lo podía creer, pero así quedó demostrado.


Resulta que en los años 70 el movimiento hippie -que arrastraba a millones de jóvenes- cada vez se acercaba más a las creencias orientales que, mezcladas con el panteísmo, daban lugar al “New Age”. Por otro lado el catolicismo, gracias al  Concilio Vaticano II, había entrado en el ecumenismo arrastrando también a muchísimos seguidores.  Harrison no era ajeno a esas corrientes y decidió escribir una canción con una letra donde se pudiera identificar toda la juventud tanto del “Este” como del “Oeste”. Así, en la canción se producen episodios de sincretismo donde se mezcla el cristianismo y las enseñanzas krisnaístas de las cuales George era un firme creyente y practicante.  Para él “Aleluya” y “Hare Krishna” eran exactamente lo mismo y deseaba combinar esas palabras en su canción para unirlas y que todos cantaran juntos “Aleluya y “Hare Krishna”.

El tema fue escrito por Harrison en 1969 para Billy Preston, quien había estado tocando su teclado con The Beatles meses antes en la sesión musical “Get Back”. 
La idea de George era que este tema formara parte del disco que Preston estaba grabando “Encouranging Words”  y así se hizo, pero Harrison como autor, decidió también grabarlo en su primer disco que como solista tenía ya programado. Al principio Harrison mantuvo que la idea de la canción le vino inspirada por “Oh Happy Day” de los “Edwin Hawkins Singers”, y si él lo dijo...

La letra de “My sweet Lord” es casi una oración en la que Harrison nos muestra sus deseos de tener fe, de cómo quiere ser digno, de sus deseos de que Dios pose sobre él su mirada y lo duro que trabaja para ello, aunque reconoce que su sueño queda muy lejos aún de la realidad, y esto le hace sufrir porque duda, aunque él continúa esforzándose en conseguir el anhelado premio de poder estar con el Señor:

Quizás el mensaje lírico de toda esta mística religiosa fue lo que gustó a la gente que por aquella época estaba marcada por la búsqueda de la paz mundial y la vida basada en la paz y el amor.

Cuando salió el single de Harrison en 1970, la canción se encaramó enseguida hasta el número Uno tanto de los Estados Unidos como del Reino Unido, consiguiendo seis discos de platino (posteriormente en el 2004 la Revista “Rolling Stone” la colocó en el puesto 454 de su lista “Las 500 mejores canciones de todos los tiempos”).

Y saltó la bomba. La productora “Bright Tunes” de Nueva York le puso una demanda por plagio musical a su exitosa canción “My Sweet Lord”.
Curiosamente no fue el autor de la canción “Ronald Mack” quien le puso la demanda, porque éste había fallecido en 1963, sino la productora “Bright Tunes” por violación de derechos de autor. Supuestamente “My Sweet Lord” es copia de la canción de “Mack”  “He’s So Fine” que lanzaron en 1962 el grupo “The Chiffons” y no hace falta ser muy listo para darse cuenta uno de que en realidad fue así.

Los expertos musicales y abogados de Harrison, ante la evidencia del plagio, intentaron demostrar que Harrison había sido víctima de “criptomnesia”, una alteración de la memoria consistente en evocar un recuerdo y no reconocerlo como tal, de manera que la idea parece nueva y personal (el sujeto cree haber elaborado algo por primera vez mediante una combinación inédita de estímulos, pero en la realidad nos hallamos ante una idea recuperada tal y como fue almacenada en la memoria del individuo). Harrison siempre negó el plagio y manifestó en su día que “no era consciente de la semejanza cuando escribí la canción, pero cuando la gente empezó a hablar de ello, pensé, ¿porqué no me di cuenta?... hubiera sido muy fácil cambiar una nota aquí o allá y no afectar a la sensación del registro”…

En 1976 Harrison fue condenado y multado por plagio “inconsciente”  al aceptar   la  Corte la  posibilidad  de  que  hubiera “copiado subconscientemente” el éxito de “The Chiffons” como base de su propia canción. Harrison tuvo que pagar $1.599.987 de los ingresos obtenidos por “My Sweet Lord” a “Bright Tunes”.

A George aquella sentencia no le sentó nada bien porque ponía en entredicho todo su prestigio como compositor, y se dedicó a mofarse del Tribunal con varios temas, como “This Song” que publicó en su álbum “Thirty Thee”.


Pero los problemas de Harrison no terminaron aquí, porque aquella sentencia no dictaminó que plagiara la canción de forma consciente y por ello, los abogados buitres de aquéllos tiempos volvieron a las andadas y así las disputas por los derechos de autor continuaron en la década de los 90 con el antiguo mánager de The Beatles, Allen Klein, que acabó denunciando de nuevo a Harrison tras comprar “Bright Tunes”, la compañía que continuaba poseyendo los derechos de autor de la canción “He’s So Fine”. 

 Harrison, cansado ya de tantos problemas, acabó comprando los derechos de las dos canciones…y asunto terminado. Dos canciones distintas en una sola canción verdadera… ¿milagro de Dios?.

Desde luego ese lunar en la carrera de George Harrison no empaña para nada todo lo que nos ha ofrecido. Fue un genio como miembro de “The Beatles” y lo demostró con creces también en su posterior carrera en solitario. 

Dos años después de la muerte de Harrison por un cáncer pulmonar, se organizó un concierto como tributo a su figura en el que participaron Eric Clapton a la guitarra acústica, el hijo del propio  George Harrison a la guitarra eléctrica, Paul McCartney al piano, Ringo Starr en la primera batería, Phill Coillins en la segunda, Tom Petty en la segunda guitarra eléctrica y al órgano e interpretando la primera voz Billy Preston, teniendo como tema principal “My Sweet Lord”, su canción.

Veamos esta joya.

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