lunes, 6 de febrero de 2012

HORACIO DE EGUÍA.- Recuerdos.



Horacio de Eguía Quintana, nació en Guernica el 15 de abril de 1914. Desde muy pequeño ya demostró su gran afición por el dibujo y modelado. Comenzó como aprendiz del escultor y profesor de bellas artes Enrique Amurrio, que le permitió entrara en su taller de Bilbao como aprendiz  durante sus vacaciones de verano. Por las noches estudiaba en la Escuela de Bellas Artes  y su profesor, al ver el talento de aquél joven entusiasta, recomendó a su padre que le permitiera entrar en el taller del famoso José Olavarría,  continuando con sus clases nocturnas.
La Guerra Civil rompió todos sus lazos familiares ya que le encontró lejos de su casa y en el bando contrario donde se hallaba toda su familia. Sus dos hermanos murieron y el bombardeo de su pueblo, Guernica, supuso la ruptura total de sus lazos familiares. Su madre (viuda ya desde la II República)  huyó a Francia para morir en un campo de refugiados.
Horacio, que como hemos dicho se había quedado en el bando nacional, continuó con sus esculturas y realizó un busto del General Cabanellas, lo que le sirvió para que este (Presidente de la Junta de Defensa Nacional) lo acogiera para que realizara diferentes bustos de familiares y otros personajes, eximiéndole de acudir al frente.
Al terminar la guerra, se encontró sin casa y sólo y en el hospital de San Sebastián, donde realizaba manos ortopédicas para mutilados de guerra. Allí conoció a un herido de guerra que era hijo del Notario de un pueblecito de Mallorca, Sant Joan. Él le convenció para que se trasladara con él a la isla, y en ese pueblo, con la ayuda de su amigo, montó un taller que le permitió ganar dinero de una manera fácil, aunque aquél trabajo no estaba en la línea que él deseaba. El buscaba un trabajo más artístico y menos industrial, por lo que contactó con el escultor catalán Joan Borrell Nicolau que tenía un taller en la isla y le convenció para poder trabajar con él.
Poco después conoció a la mallorquina Catalina Salvá, con la que se casaría en 1947 y con la que tuvo un hijo.
Debía ser por  los años 50 cuando montó su taller en el número 12 de la calle de Ibiza (junto a la parroquia de San Sebastián). Era un local grande, con el suelo de piedras, al fondo del cual había un corral, o patio, con una cisterna. Compartía este local con un ebanista que se llamaba Salleras de apellido y que solía realizar principalmente todo el mobiliario para la citada parroquia. Nosotros éramos sus vecinos. Vivíamos en el número 8. El trabajaba en  la parte derecha el citado local donde recuerdo, había una cubeta de obra de grandes dimensiones llena de barro y unas repisas llenas de bustos, caras, manos…
Su inicio como retratista le dio un gran dominio de la técnica en la que supo aflorar sobre el parecido físico, todo el sentimiento, todo el latido de la persona representada. Mi familia hemos podido dar fe de ello.
Cierto día de 1954, llamó a casa para hablar con mi madre. Tenía que hacer un monumento a la Beata Santa Catalina Thomas, y se había fijado en mi hermana, Maria, para que le hiciera de modelo. Mi hermana tenía por aquél entonces 10 años.
La Beata siempre había sido representada como monja, pero Horacio, de forma novedosa, la quería realizar como una niña, porque consideraba que conectaba mucho más con la imagen popular transmitida en canciones y leyendas. Mi madre convenció a mi hermana para que, vestida de payesita, acudiera con ella día tras día a su taller para ponerse en una pose contemplativa mirando  cómo se había caído un cántaro de agua al suelo. No fue fácil aquello, pues el aburrimiento hacia mella en mi hermana y sólo por el carácter dicharachero y bromista de Horacio y las palabras de ánimo de mi madre, pudo terminar su obra con aquella modelo.  Me acuerdo que nos quedamos sorprendidos todos con el enorme parecido. Aún, cuando vamos a Valldemossa y la vemos, nos sorprende de gran manera.

Las esculturas de Eguía reflejan siempre belleza, bellas proporciones y armonía de líneas. Como aprendió de su maestro Joan Borrell Nicolau, solía repetir que lo importante de una escultura es que “plante bien” y estén los volúmenes en su sitio.
Hablando de esto último, recuerdo que pasados unos años, cuando el bum turístico hacía mella en la Isla, a Horacio le llovían las peticiones para realizar esculturas para los establecimientos hoteleros de lujo. Tenía un encargo para realizar una bailarina de ballet  para el antiguo hotel “Bahía Palace”. Y volvió a contactar con mi madre para que mi hermana Maria le hiciera de modelo. Por aquél entonces mi hermana iba a clase de ballet y debía tener pues unos 16 o 17 años. La imagen que quería realizar era una bailarina de ballet vestida con el tutú clásico y con una pose de puntillas realizando una determinada figura.  Accedió mi madre y luego también mi hermana, pero aquello de ponerse en la plataforma con aquél mini tutú no le hacía mucha gracia. Fueron muchos días los de posar. Primero los brazos, después, el rostro, el torso, el tutu y vinieron las piernas…¡Ah amigo!. Horacio la exigía que aguantase cuanto pudiera de puntillas mientras él iba tocando su musculatura para plasmar enseguida aquél músculo en el barro, las pantorrillas, las rodillas y… los muslos. ¡Alto ahí!, debió decir mi hermana, porque a mi madre le dijo que no quería volver más porque Horacio “le tocaba” los muslos. Mi madre muerta de risa se lo contó a Horacio y éste le dijo que debía hacer esto para poder plasmar exactamente las elongaciones y contracciones de la musculatura de las piernas. Hablaron los dos con mi hermana y Horacio la convenció diciéndola que ya le faltaba muy poco parta terminar la obra y que mientras tanto mi madre estaría presente en la modelación. Mi hermana accedió con mi madre contemplando como aquél magnífico escultor tocaba con las puntas de sus dedos los muslos de mi hermana y luego trasladaba aquellos músculos exactamente igual al barro de su obra…
Aquella estatua estuvo expuesta en el Hall del mencionado hotel hasta que cerró sus puertas. Ahora ignoramos dónde está aquella magnífica estátua.
Decían sus críticos que “en sus esculturas no hay posturas exageradas, ni movimientos estridentes”. Y él añadía que las figuras que intentan captar movimiento “son las que más quietas están”.
Sus analistas manifiestan que con el paso del tiempo las líneas se fueron simplificando, se eliminaron cada vez más detalles superfluos hasta llegar a una simplicidad máxima dentro de un realismo. Todo ello dentro de un proceso sincero y personal sin dejarse influir por nuevos estilos y modas. En su diversa obra hay gran abundancia de tema religioso, visto bajo una postura postconciliar, que requiere un nuevo tratamiento y alejarse de imágenes sombrías, atormentadas y tristes. Los rasgos adolescentes de sus vírgenes, el cuerpo atlético y vigoroso de los cristos, sus caras apacibles y serenas, los dotan de humanidad y proximidad, alejándose de la estética atormentada y recargada de momento.
Horacio falleció en Palma el 15 de enero de 1991. E.P.D.
                             Algunas obras que nos ha dejado Horacio
                                    Busto del Arxiduque Luis Salvador
                                        Los romanos de la Rambla
                                        S'Espigolera de LLucmajor
                                    Fray Junípero Serra (Sant Francesc)
                                      Ramón LLull (Passeig Sagrera)

2 comentarios:

  1. Conocí personalmente a Horacio d Eguía en el despacho d unos abogados amigos d mi padre y el día q me casé en 1964 me regaló un cuadro d un bonito ramo d flores en un jarrón q aún conservo.
    Era un hombre delgado y con un bigotillo muy fino, pero encantador y muy educado, le recuerdo con cariño.

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  2. En casa mi padre hablaba mucho de Horacio de Eguía, que había venido a comer a casa de mis abuelos en varias ocasiones pues mi abuelo fue una especie de mecenas artistico. El busto de chopin que figura en el museo se la cartuja de valldemossa es de su maestro borrell nicolau. Gracias por el post

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