Este dicho mallorquín tiene su origen en el siglo XVII, exactamente el 24 de mayo de 1619, cuando el "oïdor" de la Audiencia Jaume Joan de Berga y Sales, juez inflexible con los implicados en los dos clanes que dominaban la isla, los "Canamunt" y los "Canavall", cayó asesinado. Era una especie de Juez Garzón en aquellos tiempos, y su repercusión causó un gran revuelo. Pero ¿porqué a través de los siglos aún se recuerda la célebre frase "Qué som jo de la mort d'en Berga?" (¿Qué tengo que ver yo con la muerte de Berga?). Vamos a contarlo.
Mallorca en la primera mitad del siglo XVII vivía una violencia inusitada. Los asesinatos, peleas, robos, atracos, violaciones, amenazas, venganzas, duelos, torturas, ejecuciones... se habían convertido en situaciones cotidianas.
La Administración de Justicia estaba formada por una Audiencia cuya única Sala juzgaba tanto los asuntos civiles como penales. Y claro, como ocurre ahora, estaba colapsada. Estaba compuesta por un regente, cuatro "oïdors" y un fiscal. De estos, la mitad podían ser naturales del reino y la otra mitad de los demás reinos peninsulares de la Corona de Aragón. Uno de los "oïdors" actuaba como juez de la Corte y se encargaba de los procesos criminales. Ese era nuestro personaje, el Juez Berga, un tipo duro, justo e inflexible que no le temblaba la mano a la hora de condenar a los culpables de cualquier fechoría, fueren de la clase que fueren, lo que le llevó a tener muchos enemigos, sobre todo de gente con poder, que no podía consentir que se metiera con la alta nobleza mallorquina.
Pero hemos de retroceder un poco más en la historia (1598) para saber que Palma llevaba años dividida en dos clanes: Los Canamunts y los Canavalls, clanes que se odiaban a muerte y que siempre que podían se enzarzaban en peleas e incluso asesinatos. Eran dos clanes nobiliarios, los de la familia "Anglada" (Canamunt) y los de la familia "Rossiñol" (Canavall). La familia Anglada vivía en la Parte alta de la ciudad (Santa Eulalia, Sant Francisco, la Seo), de ahí la palabra (Canamunt). Y la familia Rossiñol lo hacía en la parte baja (San Nicolás, Santa Cruz...) de ahí lo de "Canavall". Esto no quiere decir que no hubiera miembros de una facción en la zona de la ciudad correspondiente a la otra, pero la distribución más habitual fue el origen de los nombres de los clanes.
Pero ¿cómo empezó todo?. Pues por una historia de amor muy similar a la de Romeo y Julieta y los Capuletos y Montescos.
Así, ocurrió que un jovenzuelo "Canavall", Nicolau Rossiñol, pretendió la mano de la "Canamunt" Isabel Anglada, de 17 años... y ¡Ay!, ya nos podemos imaginar lo que pasó. La familia Anglada rechazó las pretensiones del joven, con lo que tanto él como toda su familia, se sintieron con su honor ofendido y reaccionaron muy mal: pusieron en entredicho el honor de la chica para humillarles. Las bases para el drama ya estaban servidas. Un grupo de doce hombres del clan Anglada atacaron a ocho miembros de la familia Rossiñol, con el resultado de dos muertos por parte de estos últimos. Esta guerra entre clanes duró unos ¡setenta años!, provocando la implicación de amigos y familiares, múltiples asesinatos y el pase al bandolerismo de aquellos que se vieron perseguidos por la justicia por haber cometido alguno de los crímenes.
A todo esto hay que añadir también que las diferencias entre las clases sociales propiciaban toda clase de atropellos con el consiguiente malestar de los ciudadanos (como viene ocurriendo más o menos también ahora, porque la historia siempre se repite).
Los nobles (ahora se llaman de otra forma) habían disfrutado siempre de una inmunidad que prácticamente les hacia intocables por la justicia, mientras que los plebeyos eran condenados sin ningún miramiento a muerte y además con escarnio: se les condenaba a ser decapitados y hasta ser descuartizados "esquarterats" a la vista del público mientras sus restos quedaban expuestos en las plazas para escarmiento de todos.
Ello conllevó que la gente sin recursos se refugiase en las montañas para intentar sobrevivir robando ganado, atracando mercaderes, etc.etc lo que propició un bandolerismo salvaje que impedía la libre circulación de personas fuera del recinto amurallado de la ciudad. Y ¿que hicieron los nobles?, pues aprovechar esta circunstancia para captar a esa gente, acogiéndolos y protegiéndolos en sus posesiones de montaña (especialmente las que estaban situadas en zonas boscosas de difícil acceso) para que pudieran disponer de ellos como fuerza "armada" a su antojo. Y este es el escenario donde se desarrolla el drama que durará 70 años.
Así, en este orden de cosas, aparece en 1619 nuestro "oïdor" Don Jaume Joan de Berga que quiere acabar con todo este embrollo. Su fama de recto e insobornable para algunos, y de excesivo celo y demasiado duro para otros, le hizo ser odiado por las clases más altas de la sociedad mallorquina, como ya hemos dicho.
Como juez, se mostró inflexible con los bandos de los Canamunt y Canavall y no tuvo ningún reparo en mandar a prisión a diferentes nobles que le juraron odio eterno, entre ellos "Ferrando de la Cavallería". En 1618 los comisarios de la Real Audiencia atacaron a los Canamunt en Selva (lugar habitual donde tenían sus guaridas) apresando a muchos de ellos que después fueron ejecutados. El cabecilla de aquél grupo era el sacerdote "Boda" que juró vengarse por aquello. Y vaya si lo hizo.
Cierto día, el "Capellán Boda" bajó a la ciudad con el bandolero Antonio Gibert "Treufoc", para llevar a cabo su venganza. Junto con el caballero "Jeroni Pau de la Cavallería" escondieron primero a "Treufoc" debajo de un altar de la catedral para esperar el momento oportuno.
El 24 de mayo de 1619, cuando el juez Berga salía de su galera que le había dejado frente a su casa que estaba situada en la calle de San Pedro Nolasco, "Treufoc" que le estaba esperando agazapado juntamente con Jeroni Pau de Cavalleria, salió y le disparó un arcabuzazo desde detrás del carruaje que lo dejó seco. Vamos muerto en el acto. ¡La que se armó!. Los asesinos escaparon del lugar del crimen juntamente con el capellán "Boda" con la ayuda de los Canamunts, que les facilitaron la salida del recinto amurallado de la ciudad, sin mayor dificultad.
Inmediatamente las autoridades dieron órdenes de buscar a los dos hombres por todos los lugares de la isla. Se publicaron bandos donde se disponía que, sobre pena de muerte, tuvieran todos los vecinos las puertas y ventanas de sus casas abiertas con la luz encendida durante el día y la noche, para permitir en cualquier momento la entrada de las autoridades para registrarlo todo. El "Gran y General Consell" ofreció una recompensa de 2000 libras a quien aportase información que permitiera capturar a los asesinos. Por su parte el Virrey Francisco de Torres ofreció 4.000 ducados con el mismo fin. Enseguida se supo que los asesinos pertenecían a los "Canamunts" y las autoridades amenazaron a los pueblos de Selva, Binissalem y LLuc (por su vinculación al clan) con su total destrucción si no ponían en conocimiento de la Autoridad cualquier información que pudiera desencadenar la detención de los responsables del crimen. ¡Huy!, ¡huy!, huy!, debieron decir los responsables de los Canamunts.
"Treufoc" que estaba escondido por las montañas y se hacía el bravucón con el asesinato, se dio cuenta que por allí su vida estaba en peligro y decidió bajar de nuevo a la ciudad. Aquella idea no le salió bien, porque unos días después, fue detenido en su escondite de Bellver. Por su parte, Jeroni Pau de la Cavalleria y Dezcallar fue también detenido y sin considerar su condición de noble fue ejecutado sumariamente, lo decapitaron sin más, y su cadáver fue entregado a sus familiares como se hacía siempre con la nobleza. Pero al pobre "Treufoc"...
Cuenta la historia que fue condenado a morir "atenallat" (atenazado) y "esquarterat" (descuartizado). Pero no para aquí la cosa. A "Treufoc" lo pasearon por las calles de la ciudad atado a un caballo, mientras le iban pellizcando con unas tenazas arrancándole trozos de carne. Cuando llegaron delante de la casa de la víctima, le cortaron la oreja y la mano derecha y lo subieron a un carro para que llegase vivo a la Plaza de Santa Eulalia donde debía ser decapitado. No bastaba con esto.
Al llegar delante del Palacio Real le cortaron la oreja y mano derecha y cuando llegó a la Plaza de Santa Eulalia, que ya debía estar medio muerto, le cortaron los dos brazos, las dos piernas y finalmente la cabeza... Eso se hacía en nuestra tierra por aquellos años. ¡Que cafres!, ¿no?.
Por lo visto el asesinato del Magistrado fue una trama orquestada por las altas esferas del poder. Hasta incluso el clero estaba implicado. Al capellán "Boda" el instigador del crimen, le ayudaron los Canamunts a huir de Mallorca en una Galera que partió hacia Malta y perdieron su pista en Italia. El clero no se podía permitir verse involucrado en un escándalo así, ¡Faltaría más!.
Y aunque la mayoría de las personas interpeladas no tenían nada que ver con el hecho, se sentían sorprendidas el ser involucradas en la investigación, de ahí viene la frase, aún recordada: "Que som jo de la mort d'en Berga"!.
Pues me ha encantado la historia, la conocía algo por el historiador mallorquín Gaspar Valero, y lo q no se ha dicho es q también quedó una frase muy conocida q aún se repite: "Ni va haver per na Bet i sa mare"
ResponderEliminarLa casa de l'oïdor Berga és actualment la de la meva família política. Molt interessant la història. Una llàstima que dins Ciutat no hi hagi senyalitzat un recorregut històric que conti aquestes coses.
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